“EL EMPRENDIMIENTO FEMENINO”
Los retos que enfrenta una mujer emprendedora
no son diferentes a los que enfrentan los hombres. Sin embargo, el gran
obstáculo que una emprendedora enfrenta es que la tomen en serio.
Según datos del Instituto Nacional del Emprendedor, actualmente el 19%
de los emprendedores del país son mujeres, un número que se traduce en
alrededor de 4 millones de emprendedoras, nada despreciable si consideramos que
en el año 1995 la cifra se colocaba en 2.5 millones.
El crecimiento del emprendimiento femenino es una evolución natural en
el papel de la mujer en la fuerza laboral de nuestra sociedad. Éste ha sido un
fenómeno presente en la sociedad mexicana desde siempre: las mujeres mexicanas
son, por definición, emprendedoras. Para incrementar el ingreso de la familia,
no es extraño encontrar mujeres que hagan de su habilidad hogareña, una
herramienta de generación de valor.
Otra forma tradicional de emprendimiento femenino es a través de
ocupaciones adicionales a las de un trabajo formal. Muchas mujeres empleadas
formalmente buscan incrementar su ingreso a través de pequeños negocios
colaterales. Este tipo de emprendimiento es alentado y soportado por modelos de
negocio a través de los cuales las mujeres suplementan sus ingresos como
distribuidoras, vendedoras independientes, representantes, etc. aprovechando
sus propias redes de contactos.
Sin embargo, cuando hablamos de emprendimiento, no podemos dejar de lado
la equidad de género. Como muchas sociedades latinas, México ha manejado
patrones de comportamiento ambivalente hacia el trabajo femenino. Antaño, la
idea de que una mujer se desempeñara profesionalmente en trabajos que le
requerían estar fuera de casa gran parte del día era verdaderamente
inconcebible. En ese entonces, el lugar de la mujer era el hogar, atendiendo a
su familia.
Con la evolución – y revolución– social del siglo pasado, las mujeres
ocupamos cada vez más y mejores espacios laborales. Pero a lo largo de este
camino hacia el desarrollo de carreras profesionales, las mujeres nunca dejamos
de emprender: Probablemente no dirigíamos desde una Sala de Consejo, pero desde
siempre aportamos y ayudamos a la economía familiar a través de pequeños
negocios.
Los retos que enfrenta una mujer emprendedora no son diferentes a los
retos que enfrentan los hombres. Los avances en la equidad de género se han
encargado de que, al menos en papel, cualquier emprendedor cuente con las
mismas oportunidades. Sin embargo, el gran obstáculo que una emprendedora
enfrenta es que la tomen en serio.
De acuerdo con las cifras de feminización de los trabajadores
independientes por grupos de ocupación principal, publicada en la Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI; la participación femenina es
claramente superior en los sectores de servicios profesionales personales, el
comercio y la educación.
Sin embargo, la participación de la mujer en trabajos directivos es baja
(la encuesta del Randstad Workmonitor
indica, por ejemplo, que tan sólo tres de cada diez mexicanos son supervisados
laboralmente por una mujer).
Esto se traduce en el hecho de que los emprendimientos iniciados por
mujeres son vistos y considerados como “negocios”, y mientras se mantengan en
ese estatus las emprendedoras son apoyadas y alentadas por la sociedad. Pero
cuando el “negocio” se transforma en una verdadera empresa –el ideal de
cualquier emprendedor– la percepción social cambia, dificultando el camino para
el desarrollo y consolidación de los emprendimientos.
Muchas empresas
exitosas hoy se iniciaron, literalmente, en la mesa de la cocina de su
fundadora. La buena noticia es que las mujeres emprendedoras cuentan hoy con
más apoyos que nunca para desarrollar y profesionalizar sus proyectos a través
de programas gubernamentales específicos, apoyos y organismos privados
dedicados al posicionamiento de la mujer, así como numerosas redes de
emprendimiento femenino que las acompañan, orientan e incluso financian para
lograr que el número de empresas iniciadas y dirigidas por mujeres siga
creciendo.
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