“INFLUENCERS
VIRTUALES: LAS MODELOS MÁS CURIOSAS MARCAN TENDENCIA”
Se trata de un éxito cuya plataforma
principal es Instagram. Se visten con las marcas más exitosas y generan
negocios millonarios.
Miles de seguidores aguardan cada día un
nuevo posteo. Sus fotos tienen más likes que muchos de sus pares. Imponen moda,
pero también se muestran a favor de diferentes causas sociales. Sin embargo, no
son personas reales sino influencers virtuales, creaciones digitales que causan
furor en Instagram sin esconder que se trata de una falsa celebridad que cobró
vida de manera computarizada.
Uno de los casos emblemáticos es Lil Miquela,
poseedora de un millón y medio de seguidores. De apariencia completamente real,
esta supuesta adolescente estadounidense de 19 años recibe miles de mensajes
cada día, publica fotos con reconocidos artistas y hasta se lanzó como cantante
a través de Spotify.
La influencer creada en 2016 por Trevor
McFedries y Sara Decou viste prendas de Chanel o Prada pero también apoya
campañas como el "Black Lives Matter" ("Las vidas negras
importan") o defiende los derechos LGBT en su país. Durante su origen, no
se había revelado que se trataba de un robot. Tras varios años de polémica, la
verdad salió a la luz y el público supo que no se trataba de un ser humano sino
de un negocio que, al parecer, resultó sumamente rentable.
Pero Miquela no está sola en su mundo
virtual. Otro éxito en Instagram es Blawko, el influencer con 136 mil
seguidores que nunca muestra su cara. La leyenda supone que es el hermano de
Lil, aunque en su perfil se define simplemente como “robot”y “sex symbol”.
Shudu, trabajo realizado por el fotógrafo
Cameron-James Wilson y conquistó a 156 mil seguidores. “La primera supermodelo
digital del mundo”, reza su perfil de Instagram. “Shudu está basada en una
Barbie que me encantaba, y que se llamaba Princesa de Sudáfrica, y también me
inspiré en modelos con las que crecí; mujeres como Grace Jones o Alek Wek, que
rompieron el molde y le mostraron al mundo que hay otro tipo de belleza más
allá de los estándares occidentales de pelo rubio y ojos azules”, sostuvo al
diario El País James Wilson.
Celebrities computarizadas que generan tanta
o más influencia que sus pares de carne y hueso. Un negocio en expansión que
mueve millones, donde lo artificial es amo y señor.
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