“EL INSTINTO MATERNO NO ES UN SIMPLE
MITO”
Instinto
maternal o sexto sentido, son los nombres coloquiales para referirse a la
conexión permanente que existe entre madre-hijo, la cual brinda una maravillosa
relación íntima desde el mismo momento de la concepción.
Evidencias científicas
Contra
quienes piensan que el instinto maternal se trata de un mito, los científicos
hallan evidencias de que el amor maternofilial se sustenta en argumentos
biológicos, químicos y hasta genéticos. A pesar de las investigaciones, las
madres no necesitan ninguna evidencia para asegurar que el instinto materno es
una realidad, no en vano lo experimentan a diario.
Durante
los nueve meses de gestación, las neuronas maternas productoras de oxitocina se
dedican a fabricar y acumular suficientes reservas para afrontar con garantías
el momento del parto. Cuando éste al fin tiene lugar, la hormona se libera
masivamente en el torrente sanguíneo, contrayendo el útero para ayudar a
expulsar el feto. Pero además de contribuir a estos cambios fisiológicos
básicos para que el nacimiento discurra por los cauces normales, la oxitocina
ejerce un fuerte impacto sobre diversas regiones del cerebro que van a influir
sobre la conducta materna posterior.
Destrezas desarrolladas con la maternidad
La
maternidad es una creación perfecta, fue ideada a semejanza de las habilidades
que facilitan su labor de protección y crianza, como por ejemplo la sensibilidad
de los sentidos, resistencia al estrés, capacidad de orientación, mejora de la
memoria, desarrollo de reflejos, entre otros.
Su
capacidad especial para percibir el peligro e identificar cuando algo anormal
ocurre o puede llegar a ocurrir, es una obra más de la maternidad. De igual
forma, las madres llegan a un grado de conocimiento tal de sus hijos, que
pueden detectar mensajes ocultos, únicamente con el tono de voz o algún guiño
corporal.
Por eso es
que ellas reconocen mejor el llanto de su propio hijo que el resto de sus
congéneres, incluido el padre de la criatura. Esta la conclusión a la que ha
llegado un grupo de investigadores de la Universidad Médica de Carolina del
Sur. Los estudios revelaron que el lloro de un bebé también activa en su madre
el sistema límbico, una zona del cerebro ligada a las respuestas emocionales.
En el padre, sin embargo, las diferencias entre la respuesta cerebral frente a
los llantos de su propio hijo o los de otros bebés son inexistentes.
Pero el
oído no es el único sentido materno que se vuelve especialmente receptivo al
neonato. La oxitocina (hormona materna) promueve asimismo un período de
sensibilidad extrema a las señales táctiles y olfativas. En el caso del olfato,
la agudeza de una madre es espectacular. Varios experimentos han corroborado
que, después de pasar 10 minutos cerca de su bebé, cualquier madre es capaz de
distinguir a su hijo de cualquier otro niño sólo por el olor, con más de un 90%
de éxito.
Por si
todo esto fuera poco, a la larga lista de cambios cerebrales inducidos por la
maternidad hay que sumar el aumento de la memoria y el aprendizaje, así como
una notable mejora en la habilidad para orientarse y desenvolverse en las tres
dimensiones del espacio.
Algunas de
estas habilidades sólo se conservan durante los primeros años o incluso meses
de vida del hijo. Sin embargo, hay otros efectos mucho más duraderos que
demuestran que el amor incondicional de las madres es único y está compuesto de
habilidades especiales propias de la maternidad.
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