“PADRES Y
MADRES QUEMADOS: ASÍ ES EL SÍNDROME LLAMADO BURNOUT PARENTAL”
Se trata de un mal moderno propio de progenitores obsesionados: de la
ansiedad por controlar a proyectar su imagen en sus hijos.
Amalia tiene 47 años y tres hijos de 15, 12 y 8 años. El mayor lleva un
tiempo diagnosticado de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad
(TDAH) y está medicado. Su rendimiento académico no mejora y ahora empieza a
quejarse de la medicación. El chico se opone a todo, especialmente a aquello
que le dice su madre. La pequeña padece miedos nocturnos y Amalia pasa muchas
noches en su cama. La mediana, hasta ahora con un comportamiento más tranquilo,
está últimamente más nerviosa de lo normal.
El padre no esconde su preocupación por la tarea extra en la educación
de los tres hijos. Empieza a tener una sensación de impotencia y parece haber
tirado la toalla con el convencimiento de que los problemas se evaporarán y
todo volverá a la normalidad. Amalia lo lleva mucho peor. Se derrumbó porque
está agotada. No tiene tiempo para atender: escuela, tareas de casa, médicos,
psicólogos... Cuando se le pregunta cómo le fue a ella de chica, responde que
su madre era mucho más rígida y fuerte que ella. Así que siempre tuvo la
sensación de que llevaba muy bien la crianza de los hijos.
Esta historia encaja en el perfil de la "madre quemada" o lo
que ya se conoce como "burnout parental". Lo mismo que le pasa al
trabajador agotado y desbordado por sus tareas laborales, pero trasladado a la
tarea de educación y crianza de los hijos. Todo esto ocurre, según el
psicoanalista José R. Ubieto, “con padres que quieren ser más fieles que nunca
a sus hijos, sin fallar en su tarea de educadores, como si fuesen sus
salvavidas. Pero al mismo tiempo esa exigencia puede generar mucha angustia
cuando ese progenitor tiene miedo a equivocarse y no cumplir con su
parentalidad positiva. Centrarse sólo en la hija o hijo, casi como un estilo de
vida, genera agotamiento emocional”.
La obsesión de algunos padres en las tareas de cuidado y control de los
hijos queda plasmada en el capítulo "Arkangel" de la tercera
temporada de Black Mirror dirigida por Jodie Foster. La historia está
protagonizada por una madre y su hija menor, a quien sometan a una intervención
en el cerebro. Esa operación quirúrgica permitirá a la madre ver en todo
momento lo que pasa por delante de los ojos de su hija, saber siempre dónde
está (eso ya lo permiten otros dispositivos) y controlar las emociones de la
chica hasta el punto de filtrar aquellas escenas (la niña las ve borrosas) que
puedan crear miedo o angustia. Para evitar spoilers, sólo cabe añadir que ese
férreo control –en este caso elevado a su grado más extremo al querer controlar
la madre las emociones y sentimientos de su hija– no termina bien.
Si a esto le sumamos que Google acaba de lanzar una aplicación llamada
"Family Link" que permite a los padres mirar el celular de sus hijos
"minuto a minuto", Black Mirror está a la vuelta de la esquina.
Además de que muchos padres están sobrecargados de tareas, hay más
control y sobre exigencia a los hijos. Cuando coinciden varios de esos
comportamientos es cuando todo puede saltar por los aires. La especialista en
psicología infantil española Silvia Álava coincide con Ubieto en que el error
de muchos progenitores es “intentar satisfacer su ego a través de sus hijos”.
Obsesionarse con proyectar su imagen en los niños. “Y las madres y padres
–continúa esta psicóloga– deben de realizarse por sí mismos, nunca a partir de
sus hijos”.
Marcarse un nivel de autoexigencia en la educación de los hijos tampoco
es una buena receta. “Hay que ser realistas, saber hasta dónde podemos llegar y
cuáles son los límites de las exigencias a los hijos”, señala Álava. En la
actualidad niños y padres suelen estar ya superados por el exceso de
actividades exigidas a los primeros y la saturación laboral de los segundos. A
todos les queda muy poco tiempo para la conciliación familiar. “La sociedad
actual es mucho más exigente tanto con los padres como con los hijos”, ilustra
esta especialista.
Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology, basado en
entrevistas a dos mil familias con hijos, da como resultado que el 13% de los
padres que sufren burnout manifestaron estar exhaustos, agotados emocionalmente
por la educación de sus hijos. Un estado que repercutía en su rendimiento
laboral.
Esta realidad provocó ya la reacción de algunos países como Bélgica,
en donde las autoridades impulsaron hace poco una campaña institucional para
ayudar con fondos públicos a esas madres y padres que se ven superados en la
tarea educativa de los hijos. El Ministerio de Salud belga repartió folletos en
los que se insta a pedir ayuda cuando se detecta agotamiento en la crianza,
distanciamiento con los hijos y pérdida de eficiencia en el papel de madre o
padre.
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