“EL PAPEL DE LA MUJER EN EL ARTE”
Cuando a menudo pensamos en el papel que ha ocupado la
figura femenina dentro del mundo del arte éste queda restringido a aspectos muy
pasivos: musas,
modelos… Lo cierto es que a lo largo de la historia muchas mujeres
desarrollaron importantes actividades dentro de las artes plásticas pero
desafortunadamente éstas quedaron relegadas en pro de los grandes artistas
masculinos. Hoy sabemos que algunas de las obras atribuidas a pintores o
escultores varones fueron en realidad hechas por mujeres lo cual demuestra que
pese a todo, no hay una gran diferencia entre el arte realizado por unos u
otros.
Lo cierto y por sorprendente que pueda parecer es que para hablar de la primera manifestación artística realizada por una mujer debemos retroceder hasta la Edad Media, concretamente hasta el siglo X. Allí aparece por primera vez un libro miniado realizado conjuntamente por una monja y un monje; el hecho en sí no debería sorprendernos si pensamos que hasta la reforma benedictina los centros monásticos femeninos tuvieron una gran repercusión y monjas o abadesas fueron figuras de gran poder.
Lo cierto y por sorprendente que pueda parecer es que para hablar de la primera manifestación artística realizada por una mujer debemos retroceder hasta la Edad Media, concretamente hasta el siglo X. Allí aparece por primera vez un libro miniado realizado conjuntamente por una monja y un monje; el hecho en sí no debería sorprendernos si pensamos que hasta la reforma benedictina los centros monásticos femeninos tuvieron una gran repercusión y monjas o abadesas fueron figuras de gran poder.
Con la llegada del siglo XIV los artistas comienzan a
reivindicar ciertos privilegios para una profesión que ellos consideran liberal
–las profesiones liberales eran aquellas asociadas al conocimiento intelectual
y no a la realización mecánica o manual-, adquieren mayor protagonismo los
comitentes, los mecenas y el sistema gremial siendo indispensable el estudio
del desnudo anatómico para llegar a ser un maestro. El acceso a este sistema
resulta imposible para las mujeres; si en esta época alguna de ellas logra
formarse en las artes plásticas –algunos ejemplo pudieran ser Lavinia Fontana o
Artemisia Gentilesch- es por su vinculación con algún taller
familiar quizás de su esposo o padre, de otro modo resultaba
imposible.
En la época romanticista el papel de la mujer comenzó a
tener cierto protagonismo, entre las clases adineradas se hacía indispensable
el estudio de las artes plásticas por lo que un buen número de mujeres se
dedicó a la docencia. Con todo el papel femenino seguía discriminado ante los
varones, ellas apenas pudieron acceder a la formación oficial que ofrecían las
Academias y en los escasos casos en los que sí lo hacían tenían vetadas las
asignaturas de estudio al natural. En consecuencia una vez más, no pudieron
desarrollar aquellos formatos más prestigiosos como la pintura de historia, por
ejemplo, y su
presencia en los Salones oficiales o grandes premios fue prácticamente
inexistente.
Durante el XIX las perspectivas mejoran para el género
femenino, algunos artistas más aperturista como el propio Monet o Manet aceptan
de buen grado a las féminas entre sus pupilos, así figuras como Berthe Morisot
comienzan a adquirir un buen número de reconocimientos.
En pleno siglo XX la modernidad de las vanguardias otorgó a la situación de los/as
artistas un equilibrio aparente; con todo el mundo del arte
seguía estando regido por hombres –ellos eran los artistas más valorados social
y económicamente, los críticos más afamados y los jurados más importantes…- no
fue hasta la década de los sesenta cuando los movimientos feministas cobraron
realmente fuerza y comenzaron a defender el papel de la mujer en el campo
artístico.
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