“FEMINIDAD Y LIBERTAD, BRIGITTE MACRON”
La esposa del presidente electo de Francia ha
causado sensación en su país y en el mundo entero. En efecto, resaltan en ella,
y se alaban, los atributos de su género desde el punto de vista sociocultural.
Es un paradigma, un ejemplo, un elevado modelo de mujer para las mujeres. La
dama de Amiens se ha fusionado a su esposo, se han fundido en una unión de
intereses, ideas y por supuesto de política.
Ella está plenamente “consciente de que la
diferencia de edad despierta ironías e inspira caricaturas más o menos
desagradables”, según palabras de Carlos Siula, corresponsal en Francia.
Antigua profesora de francés, latín y teatro ha retado convencionalismos e
inspirado intelectual y emocionalmente a su esposo.
Ahora bien, ella es modelo de lo que debe ser
una mujer en el mundo atribulado de hoy; y en medio del torrente de seudomodas
y prejuicios, de confusión de la moral auténtica con fanatismos devastadores,
encarna la compañera perfecta de un hombre comprometido con sus ideas. No ha
perdido libertad sino que la ha duplicado, la ha enriquecido. No es la mujer
colgante del esposo o compañero, adherida a él, sumisa y raquítica de
autonomía. No es la mujer entregada y obediente, resignada, que carga como pena
su feminidad maltrecha. Es a mi juicio, por lo que sé y se ha difundido, el
testimonio de una ya larga y rica tradición francesa de libertad femenina, sin
menguar ni un ápice de su personalidad. No es el patético espectro de una mujer
consumida física y moralmente.
No es la ridícula imagen que reproduce en un
espejo opaco la corporeidad del varón. Ella me hace pensar, por ejemplo, en
Simone de Beauvoir, la notable profesora y filósofa francesa, compañera de Jean
Paul Sartre; feminista magnífica que lo fue sin empañar la masculinidad y
relación con el hombre, sino al contrario, complementando a éste con la enorme
riqueza de “lo eterno femenino” de que hablara Goethe. Evoco, porque me parece
más que oportuno, Ensayos sobre el Amor, de José Ortega y Gasset, en que habla
de la mujer, de la verdadera, como de una fuerza cósmica que no percibe
diferencias sino coincidencias. Y sintetiza el amor en una unidad de
temperamentos y pasiones, en un filtro para que el carácter se depure.
Creo que la señora Macron, la dama de Amiens, es
un prototipo de virtud femenina que resalta y sobresale en un mundo confundido
en que los valores de la mujer se enfrentan todavía a los del hombre, queriendo
imitarlo. Ella es natural y espontánea y el que sea mayor en edad que su esposo
el presidente electo la convierte en una mujer exclusiva, libre, que aporta a
la historia de su país la que se ha llamado cultura femenina; o sea, una
valoración de la vida contemplada desde una perspectiva humana pero sin la
“aguerrida violencia” que ha diferenciado para mal a la mayoría de los
protagonistas políticos masculinos, desde hace varios siglos.
Una feminista a ultranza me dijo entusiasmada
que la dama de Amiens representaba el advenimiento de la mujer en el panorama
internacional de occidente. Yo no sé en verdad hasta qué grado. Lo que
representa, pienso, con las características de la pareja de que forma parte, es
la presencia inmediata, inteligente, noble, generosa, atractiva y libre de un
ser humano femenino en la toma de decisiones políticas en Francia.
Es decir, en un país cuya influencia en el mundo
es enorme y en donde la superficialidad de las opiniones, los prejuicios, los
fanatismos, no afecten una imagen limpia que mucha falta le hace al mundo en
que vivimos y convivimos. Es de plano una invaluable aportación de la Francia
humanista. ¡Bienvenida!
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