“LOS VALORES EN LA
MUJER”
Los Derechos Humanos no incluyen a los de las mujeres. La
historia de los Derechos Humanos de las mujeres es muy reciente, hasta
principios del Siglo XX las mujeres no comenzaron a salir de la sombra y a
aparecer en la vida pública. Ni siquiera en la revolución industrial y la Ilustración
propició la consideración de la mujer como ser humano igual que el hombre, de
hecho, en la Revolución Francesa (1789), Olymp de Gouz fue decapitada por el
atrevimiento a de pedir la igualdad de derechos para las mujeres.
En 1889, en las últimas décadas del siglo XIX se graduó
Cecilia Grierson (1859-1934), la primera mujer que logra ingresar a la
Universidad, primera médica argentina y sudamericana.
El siglo XX se inició
con la demanda del acceso de las mujeres a la educación. Quien podría discutir
hoy el valor de la educación. Siempre digo en mis cátedras “Si tenemos libertad
y educación lo demás vendrá por añadidura”.
Sin embargo, la educación fue un derecho muy negado a la
mujer. Si bien es cierto, que las mujeres de las élites, tuvieron posibilidades
de acceder a algunas formas de instrucción, la enseñanza que se les brindaba a
las niñas, tenía relación con la religión, las manualidades, el arte culinario
y en algunos casos la música. Es decir, las cosas propias del rol que
desempeñaba en los hogares y en la sociedad.
En la Educación Media sucede la misma situación ventajosa
para las mujeres, que no sólo se matriculan en mayor número, sino que también
egresan en una proporción significativa-mente mayor que los varones.
En el Nivel Superior: Las mujeres tienen sensible desventaja
en el nivel universitario. Pero es mayor la proporción de mujeres en el nivel
superior no universitario.
Como conclusión, la situación educativa de las mujeres
respecto al acceso y permanencia en todos los niveles del sistema educativo, no
sólo está equiparada a la de los varones, sino que es ventajosa.
La diferenciación biológica de los sexos es indiscutible,
pero mantener la actual discriminación socio genérica es insostenible.
La sociedad de todos los tiempos, forma a la mujer de una
determinada manera, con naturales características como si fueran propias de la
naturaleza femenina. Siguiendo a Beatriz Fainholc que nos plantea, respecto a
la mujer, las relaciones sociales asimétricas – educación, ocupación,
reconocimiento social- operantes en la vida cotidiana, en condiciones muy
complejas que determinan el comportamiento de ella de un modo previsible y
esquemático.
Ello nos conduce a internarnos en la peculiar temática
cultural de los mitos y la mujer.
El mito es considerado como una historia sagrada y verdadera
que se refiere a la realidad, revelando los modelos ejemplares de todas las
actividades humanas significativas, que contribuyen a la consolidación del
imaginario social. Según Mircea Eliade: es un conocimiento que es vivido
ritualmente, porque es narrado y practicado. Por eso, instalado un mito, es
difícil que desaparezca, por el contrario, manipulados culturalmente, se
repiten. Barthes nos dice que “el mito tiene como tarea transformar una
intención histórica en naturaleza, una contingencia en eternidad”. Los mitos
viven a través de los cuentos infantiles, los juegos y juguetes, los textos
escolares y las series televisivas.
La esencia femenina y el eterno femenino, son mitos. Si la
persona es Historia como dice Simone de Beauvoir, afirmación de sí misma en el
tiempo, trasciende. Todo lo contrario, aún ocurre con la mujer. La mujer pasa a
trascenderse no “para sí” (como en el caso del varón), sino como un ser “para
otro”. Su esencia consiste en no ser esencial. Todo esto es parte de las
construcciones culturales.
La nena no recibe la misma educación del varón. Se estimula
la agresividad del niño y la dulzura de la niña.
La niña repite lo que hace su mamá (que a su vez se lo impuso
la abuela). Es ir incorporando una de las principales características de la
femineidad: ser secundaria, aprender a servir y a repetir, no a crear.
El mundo de las mujeres escindido del mundo de los varones.
Por un lado, hombres libres e independientes y por el otro lado mujeres
dependientes, pasivas, débiles, dulces. La chica aprende a ocuparse de su
apariencia física y a cultivarse como objeto.
Si bien estos comportamientos se relativizan, sin embargo,
todavía están enraizados en nuestra cultura, y a pesar de que las mujeres ya no
son amas de casa solamente, sino que pue-den ser profesionales, empleadas,
comerciantes, empresarias, el segundo sexo, es secundario.
Es así, porque lo doméstico, el gineceo le pertenece, con
todo y a pesar de todo, incluyendo las colaboraciones masculinas. Y si quiere
ser o parecer femenina debe ser pasiva, es decir asumirse como objeto y no como
sujeto. Así interesa a la cultura patriarcal. Si bien hoy muchos hogares son
sostenidos por las mujeres, sea por la razón que fuere, pero la mujer aún no ha
superado la constante cultural de ser la reproductora de ideologías en el
ámbito familiar.
La larga lucha de las mujeres por conseguir justicia, ha
logrado el reconocimiento de los derechos políticos, al menos, el derecho de
sufragar, es decir el de elegir, pero todavía no ha logrado, en la misma
proporción el derecho a ser elegida.
Actualmente se han producido cambios profundos en la actitud,
mentalidad y estructuras: las mujeres hemos logrado salir de la esfera
doméstica y entrar en el mundo profesional, educativo, etc., aunque en la
esfera política sigue siendo un terreno sin conquistar. Pero este cambio
obedece más a la necesidad de contribuir al sostenimiento del hogar, que, a un
reconocimiento, que no ha venido acompañado ni de una redistribución de las
responsabilidades fa-miliares, ni de la representación de las mujeres en las
instituciones democráticas.
La baja participación de las mujeres en las estructuras
económicas y políticas, se debe a las discriminaciones directas e indirectas, a
las desigualdades en el mercado laboral, a las altas tasas de desempleo
femenino, a las insuficientes infraestructuras sociales, a la distribución
desigual del tiempo y de las responsabilidades familiares, al acoso sexual, a
la violencia, a la re-producción de estereotipos distorsionados en los
distintos medios, etc.
El proceso de lucha
por la igualdad efectiva de derechos de la mujer, exige un cambio pro-fundo de
mentalidades y de pautas de comportamiento y acción social. La necesidad de
pasar de un imaginario de oposición y confrontación, en el que predominan
valores tradicionalmente considerados como masculinos, a un imaginario de
alianza, flexible y cooperante, con una presencia importante de rasgos y
valores considerados tradicionalmente como femeninos. Que haya de ser así no es
consecuencia de una concesión graciosa y benevolente, sino de una necesidad: no
se trata de hacer ningún favor ni de 'ceder' ningún territorio (anteriormente
domina-do por el varón) voluntariamente. Muy al contrario, se trata de algo más
serio y decisivo: si en la actualidad es posible vislumbrar un horizonte en el
que, salvando las diferencias enriquece-doras, se esboza una esencial igualdad
de derechos entre hombres y mujeres es, simplemente, porque las condiciones
históricas que hicieron posible el dominio de aquéllos sobre éstas se están
transformado (no sin titubeos y retrocesos). Y algo más: incorporar esos
valores femeninos a los que aludíamos, al espacio de lo público es también una
necesidad. Y una necesidad urgente. Una sociedad compleja, plural, heterogénea,
que renuncia a la violencia y a la imposición, que reconoce diferentes
perspectivas y posibilita el disenso y la diferencia, necesita la aportación de
lo femenino que vendrá, sin duda, de las mujeres, pero también de la apertura
de los hombres a esos valores femeninos.
Los principales factores negativos que han afectado a la vida
de las mujeres en el mundo, como son: la pobreza, la violencia, la injusticia,
la inseguridad, la deshonestidad, la desintegración familiar, la soledad, la
depresión y la angustia, son solamente
algunos de los síntomas de una civilización con necesidad de un nuevo rumbo,
promoviendo un modelo de mujer, que respetando su propia dignidad, luche y
trabaje hombro a hombro al lado del hombre como su perfecto complemento,
ejerciendo y practicando libremente la solidaridad y el amor.
¿Qué rasgos hereda la mujer de la cultura y del papel social
que ha adoptado en la historia de Occidente? La idea que se tiene es de que
ciertas tareas femeninas y actitudes recurrentes han dejado un sedimento que
abona una serie de conductas en la mujer que se manifiesta en una excelente
capacidad para hacer bien el trabajo paciente, minucioso, detallista y en
general un modo de vida más reglado. Es decir, la mujer, por el hecho de estar
sometida durante siglos, no se abstiene de actuar (con inteligencia) y de
defenderse con sus propios medios de la imposición masculina. Su defensa no
puede ser abierta ni frontal, pues la lucha sería desigual, suele ser
encubierta y lateral para conseguir las mayores ventajas.
Pero, a pesar de
todo lo expuesto, resulta innegable es que tanto mujeres como hombres cuando
tienen ocasión imponen su voluntad de poder a los demás, de ser obedecido y de
vencer cualquier resistencia, lo realizan. Nadie, independientemente de su
sexo, se abstiene de dominar y de imponer su punto de vista. Si en el caso del
hombre, esta tendencia dominante es justificada y más evidente, en la mujer,
está más disimulada, Pero, cuando la mujer accede al poder político o
financiero lo ejerce de igual modo y con idéntica fuerza que sus compañeros
masculinos.
El problema profundo consiste en superar la barrera de la
función reproductora y doméstica para alcanzar el equilibrio en el ámbito
público. Es importantísimo la sensibilización del sector educativo y de los
medios de comunicación, que siguen repitiendo los viejos modelos del
patriarcado, con campañas destacando las ventajas de una política de igualdad.
Además de dar la posibilidad de elección y ascenso a cargos
directivos en las instituciones, es prioritario superar la falta de
autoconfianza y de autoestima en las mujeres, debida principalmente a un bagaje
histórico-cultural negativo y perverso, a una educación sin referentes femeninos.
Es fundamental una formación en el liderazgo y la toma de decisiones, oratoria
y autoafirmación para las mujeres. Resulta absolutamente necesaria la
coeducación en el sistema educativo.
En toda sociedad democrática las decisiones deberían reflejar
los intereses y valores de todas las personas, es decir incluir también a las
mujeres que son la mitad de los recursos humanos mundiales. Su exclusión,
además de ser una injusticia, priva a la humanidad del con-curso de las ideas,
del talento y la capacidad de ellas.
Los valores que sustentamos las mujeres, nos dan una visión
diferente del mundo y se evidencia en el interés particular por la justicia, el
diálogo, la dimensión ética de la vida pública, conciencia del valor del
consenso, el compromiso, la reconciliación y la solución de diferencias, la
no-violencia, habría más solidaridad, se daría una alternativa a la actual
cultura de la violencia, respetando las diferencias, habría una mayor
sensibilización en torno a cuestiones sociales relacionadas con la calidad de
vida. La incorporación de las mujeres en todos los planos públicos y privados
contribuiría a redefinir las prioridades de un país, además de plantear nuevas
perspectivas para la resolución de los acuciantes problemas actuales.
La creación de un nuevo marco social e institucional que
apoye la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de la vida pública y
privada es una necesidad demasiado postergada. Conseguiríamos así, un mundo más
humano, más equitativo y más justo, donde mereciera la pena vivir y programas
en las universidades nacionales argentinas para realizar historia de las
mujeres y estudios de género, pese que, en los ámbitos académicos, continúan
considerando a estos estudios como menores dentro de la investigación
científica, es la conciencia de opresión también ha tocado a la puerta de las
mujeres académicas” expresión de Graciela Tejero Coni, Profesora de Historia.
Integrante del Área de estudios de la Mujer y de Género del Int. Sup. del
Profesorado “J. V. González”.
En conclusión:
Cada uno debe convertirse en el artista que modela su propia
vida, eligiendo las metas y el estilo de vida acordes con la imagen que tiene
de sí mismo y un modo de vivir que nos permita convertirnos en la persona que
realmente nos gustaría ser.
En vez de tratar de cambiar el mundo entero, necesitamos
solamente crear un lugar don-de podamos realizarnos, donde podamos encontrar un
modo de vivir que no sea impuesto por un mundo indiferente o por el azar, sino
que sea obtenido por la medida de nuestro talento y la autenticidad de la
decisión de desarrollar nuestras aptitudes, sean las que fueren.”
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