“MUJERES Y EMPRENDIMIENTO: LA NECESIDAD DE
REVERTIR EL ESCENARIO”
Ese es
nuestro próximo desafío: ver más jóvenes compitiendo por una igualdad de género
en el desarrollo de nuevas ideas. Compitiendo a la par y no pidiendo la palabra
durante más de 10 minutos en las reuniones, hasta que por fin te comienzan a
escuchar y, por muy “mina e histérica” que les parezcas por exigir ser oída.
Esto, especialmente en los ámbitos que hasta hoy son dominados por hombres.
Tengo un
emprendimiento y soy mujer. La lucha que ello conlleva es constante y, a
diario, parece casi insostenible. La tarea es revertir una tradición que por
muy absurda que parezca sigue siendo dominante y la cual dicta que “la mujer es
quien cría a los hijos y el hombre el que trae el sustento a casa”.
Sin
embargo y pese a ello, hoy el emprendimiento femenino ha crecido, pero es un
emprendimiento postergado. La norma es post 40, es decir, una vez terminadas
las labores domésticas y ya crecidos los hijos. Ese es nuestro próximo desafío:
ver más jóvenes compitiendo por una igualdad de género en el desarrollo de
nuevas ideas. Compitiendo a la par y no pidiendo la palabra durante más de 10
minutos en las reuniones, hasta que por fin te comienzan a escuchar y, por muy
“mina e histérica” que les parezcas por exigir ser oída. Esto, especialmente en
los ámbitos que hasta hoy son dominados por hombres.
La tarea
no es simple. No es sólo trabajar, es emprender; es generar esfuerzos propios
para crear réditos económicos. Esto significa crear nuestro propio camino y
entender que dicho emprendimiento es en algunos casos nuestro primer hijo, es
decir aquel al que debemos cuidar a diario y en el cual debemos invertir todo nuestro
tiempo y energía para verlo crecer. Pero en otros casos es el segundo o el
tercer o el cuarto hijo, ya que ser emprendedora y ser mujer en Chile significa
tener que disociarse y, por un lado, atender las infinitas necesidades de tu
emprendimiento y, por el otro, es llegar a casa en las tardes y volver a hacer
lo mismo con los hijos en el hogar. Esto es así porque hoy en día, simplemente,
las tareas domésticas no se comparten o se comparten poco y porque nuestros
pares, tanto parejas como colegas, hombres y mujeres, nos limitamos también.
Según el
reporte Global Entrepreneurship Monitor (Gem) Mujeres y Actividad Emprendedora
en Chile, el promedio de edad de las emprendedoras iniciales es de 39 años y en
el caso de las establecidas es de 44. Estos datos no son menores y confirman lo
anterior: nuestro género sólo emprende una vez culminadas sus prioridades y
obligaciones establecidas socialmente como mujer, es decir y por majadero que
parezca, después de formar una familia y criar a los hijos.
Si bien la
tendencia va al alza, según el mismo estudio el emprendimiento femenino
presentó un aumento en el cual se pasó del 10,9% en 2005 a 25,5% a 2014. Como
lo señalan los números, aún es necesario mayor ímpetu y tener más presencia
pues dichos dígitos siguen siendo dolorosamente bajos, sobre todo cuando
sabemos que, según los resultados del mismo informe, este crecimiento se centra
en los estratos socio económicos D y C3; revelando que las fuerzas
emprendedoras del país se centran en sectores bajos o medios y que potencia
pequeños negocios para poder subsistir.
La tarea
es grande y elocuente: necesitamos tener representatividad en todos los campos,
dejar de emprender para “subsistir”, alejarnos de la caricatura y que nos
reduzcan sólo al diseño, moda, estética o áreas que todos nos han hecho creer
que “atañen a las mujeres”; es necesario que la mujer tenga voz y presencia en
la ingeniería, minería o economía, sólo por nombrar algunos espacios de
desarrollo que, históricamente, han sido asociados a los hombres. Y esto no
para demostrar igualdad sino, muy por el contrario, para hacer patente nuestras
diferencias y para incidir en un mercado que nos ha excluido.
Somos
mujeres en cuanto también somos distintas a los hombres, es decir, somos y nos
constituimos en nuestra diferencia y es ésta a la que debemos dar presencia; es
necesario una nueva forma de hacer, entender y actuar en el campo del
emprendimiento, sobre todo hoy cuando el país se encuentra, según OCDE, dentro
de los que invierten menos en innovación. Pero al mismo tiempo somos más que
mujeres, somos innovación, somos emprendimiento, ya sea desde nuestras
diferencias, pero por sobre todo desde nuestra posición de igualdad con los
hombres.
El
problema no es sólo local, simplemente somos el acento de una tendencia de todo
el mundo. Pues si lo pensamos bien, en Silicon Valley las mujeres emprendedoras
ocupan sólo el 7% y menos del 1% puede financiar sus proyectos. Eso, por ahora.
Necesitamos
nuevas formas, nuevas ideas, más ímpetu, decisión, confianza en el desarrollo
de nuevos negocios y, sobre todo, confianza en nuestras capacidades que en
ningún modo son menores a la de cualquier otra persona. Revertir estos
lapidarios informes y generar más innovación es, sin lugar a dudas, una tarea
que nos atañe a todos.
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