sábado, 23 de septiembre de 2017


“FEMINICIDIO, UN FENOMENO MUNDIAL”

Es un hecho que el feminicidio, la tortura y la violencia sexual contra las mujeres conforman una realidad recurrente en muchos territorios del mundo y una flagrante violación de sus derechos humanos.

La situación en México

Lamentablemente, México, como muchos países del mundo, no cuenta con un sistema de estadísticas fiable que permita conocer con exactitud el número de feminicidios cometidos. Sin embargo, según fuentes oficiales citadas por el portal Feminicidio.net, en los últimos 25 años en nuestro país se han producido más de 34.000 muertes violentas de mujeres (una media de 20 mujeres asesinadas por día).

Fue Ciudad Juárez, Chihuahua la que desató la alarma hace casi 20 años, en 1993, tras el asesinato de Alma Chavira Farel y otros crímenes que tuvieron gran impacto social como los de Lomas de Poleo, Cristo Negro, Lote Bravo o Campo Algodonero. Aunque Chihuahua no es la región con mayor número de feminicidios ni de mujeres desaparecidas del país (el Estado de México ya encabeza la terrible lista), el caso de Ciudad Juárez es paradigmático por el alto nivel de denuncias de las familias y activistas, la constante exigencia de justicia que sigue sin recibir una respuesta satisfactoria y la internacionalización del fenómeno.

Aunado a lo anterior, la ciudad fronteriza es un caldo de cultivo ideal para que la violencia machista quede impune debido a sus características propias: narcotráfico, alto flujo migratorio, maquilas, zonas de tolerancia, cercanía con Estados Unidos, corrupción, impunidad, machismo, falta de garantías jurídicas y de seguridad, urbanización deficiente, desidia institucional y gubernamental, falta de voluntad política, entre otros factores.


El feminicidio en América Latina

Aunque cuando se habla de feminicidio, las primeras imágenes que vienen a nuestra mente son las de Ciudad Juárez, en otros países como Guatemala, El Salvador, Honduras y Colombia, en Latinoamérica; Burundi, Congo, Afganistán o Timor Oriental, la violencia social y el machismo se alían de forma macabra contra las mujeres.

No hay que olvidar también que la violencia machista se agrava cuando el país atraviesa una situación de conflicto y la violencia sexual se utiliza como parte de la estrategia de guerra: ya sea por motivos religiosos, legales, culturales o políticos, miles de mujeres son asesinadas anualmente en todo el mundo. Dos ejemplos claros los encontramos en El Salvador donde en la última década ha aumentado exponencialmente el número de feminicidios debido a la proliferación de las maras que consienten el asesinato de mujeres como rito de iniciación para pertenecer a las pandillas.

Del mismo modo, tras el golpe de estado de 2009 en Honduras, la violencia política y social se incrementó considerablemente y ello dio origen a una creciente escalada de feminicidios (como los asesinatos de muchas activistas feministas y pro derechos humanos). Según datos de la Fiscalía de la Mujer, tan solo en el primer trimestre del año 2010 se reportaron 62 muertes violentas de mujeres (los asesinatos de mujeres triplican al aumento de homicidios masculinos durante el mismo periodo de tiempo).


El feminicidio en Europa

Pareciera que los asesinatos de mujeres por razones de odio sólo pudieran darse dentro de una cultura machista y un sistema patriarcal enquistado en un marco de impunidad, inoperancia del Estado y desorganización administrativa. Sin embargo, también en el Primer Mundo existen los feminicidios y la violencia sexual contra las mujeres, aunque el término no está asentado en Europa, básicamente por una cuestión de mentalidad neocolonialista de la que cuesta desprenderse respecto a otros países donde sí se ha conceptualizado sobre el feminicidio.

No obstante, Jean Michel Bouvier, padre de una joven turista francesa asesinada en la Quebrada de San Lorenzo (España) junto a una amiga en julio del 2011, ha emprendido una campaña para reclamar a los poderes públicos franceses la inclusión en el Código Penal de la figura del crimen de feminicidio con el propósito de convertir los asesinatos machistas en un delito contra la humanidad.

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