“DEL TRABAJO GLAMOROSO
AL “NICE GIRL”: SESGOS DE GÉNERO EN LA OFICINA”
Influyen más de lo que imaginamos en nuestra percepción y,
claro, en nuestras decisiones.
Para no perder de vista lo crucial del asunto a la hora de
pensar el plan de carrera, Gabriela Terminielli –vicepresidenta del capítulo
nacional de Voces Vitales y co chair de Women Corporate Directors Argentina-
asegura que "las mujeres tenemos que ocupar espacios donde todavía no
estamos y, además, cambiar la conversación, es decir, no hablar exclusivamente
de conciliación vida laboral-personal, sino hablar de negocios cuando es el
momento de hablar de negocios". Además, asegura la integrante del Consejo
Consultivo de CIPPEC, "hay que ocupar espacios en las entidades, cámaras y
asociaciones y salir un poco del box porque la carrera corporativa se
construye, en gran parte, fuera de las paredes de la oficina". Que ellas
sean expertas en recursos humanos y ellos, en finanzas o logística responde
–sabemos- a meras cuestiones culturales, a prejuicios y estereotipos con los
que crecimos y a través de los cuales no solo interpretamos la realidad, sino
que asignamos determinados comportamientos “esperables” a las personas que nos
rodean. El problema es que olvidamos que estos sesgos influyen en nuestra
percepción y, claro, en nuestras decisiones.
“Hay muchos programas de liderazgo femenino que transmiten la
idea de que si tú haces todo tal cual lo hizo un mentor o que un hombre, te va
a ir bárbaro, pero en realidad no es así. La evaluación de las conductas y los
comportamientos, así como del mérito, son desiguales si se trata de una mujer o
de un hombre: el género interviene en la percepción del mérito y del trabajo”,
asegura a Clarín Cintia González Oviedo, psicóloga y directora de Bridge The
Gap, una consultora enfocada en género, liderazgo y comunicación responsable
para organizaciones.
Entre los sesgos de género que las alejan de la toma de
decisiones y pueden verse a diario en las oficinas, pueden señalarse algunas
actitudes específicas. El show-off –esa actitud expansiva, canchera o graciosa
durante una presentación o en una situación de mayor visibilidad- está validado
socialmente cuando el protagonista es un varón. Esos “trabajos glamorosos”, con
alta exposición e impacto, suelen ser acaparados por hombres. “Es estar en el
‘spotlight’; las mujeres pueden llegar a estar en los mismos lugares, pero no
ocupan los roles principales”, detalla la psicóloga.
Ellas, por el contrario, suelen hacer la mayoría de las
“tareas domésticas”, como llamar al delivery, preparar el café en una reunión o
comprar el regalo de cumpleaños de un compañero. Son las que ocurren fuera del
foco de atención y, no solo se las piden más, sino que están más presionadas a
ofrecerse como voluntarias ya que, si no, les puede jugar en contra en su
reputación. Pero por estas labores no recibirán felicitaciones ni obtendrán
ningún ascenso...
Además de ser eficiente, a la mujer se le exige ser una “nice
girl”, una buena chica que consiente y no confronta, que es agradable a la
vista y en sus modales. “Es un rasgo que no se les pide a los hombres; de
hecho, el mismo comportamiento que en ellos se ve como asertivo y no vacilante,
en ellas se toma como un signo de inseguridad y agresividad”, explica González
Oviedo.
Estas disparidades existen en todas las industrias y, a tal
punto influyen, que se empiezan a tomar medidas para evitarlas: por ejemplo,
para no repetir estos sesgos, la institución que hace los Premios Grammy -The
Recording Academy- anunció hace unos días que Tina Tchen, exjefa de gabinete de
la Primera Dama Michelle Obama y cofundadora de Time's Up, liderará un equipo
de trabajo para evitar estos prejuicios de género en la industria, después de
la 60° edición de 2018 que prácticamente ignoró a las artistas femeninas.
¿Cómo cambiar esto? Las investigadoras Joan C. Williams y
Marina Multhaup proponen una respuesta en un artículo reciente en Harvard
Business Review. Para ellas, “las técnicas más comunes, como entrenamientos de
sensibilización de una sola vez, no funcionaron” y la clave es darle la
oportunidad de llevar adelante las tareas glamorosas a quienes no se las darían
en una primera instancia, así como asignar las actividades domésticas en forma
rigurosamente equitativa a todos los integrantes del equipo.
Brindan, así, una lista para visibilizar algunas de las
tareas domésticas habituales:
Tomar notas en reuniones;
Reservar la sala de conferencias;
Procurar que todos los convocados estén conectados a la
conferencia (telefónica o web);
Planificar reuniones o celebraciones;
Manejar clientes de menor valor o jerarquía;
Encargarse del trabajo rutinario (en comparación del que es
central para la estrategia de negocios de la empresa);
Hacer el seguimiento de la lista de tareas.
Entonces, corramos los prejuicios a un lado: ni ellas son
“más organizadas” ni ellos son “torpes”. Cambiemos la conversación.
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