“EL LIDERAZGO FEMENINO
ES EL CRECIMIENTO DEL SIGLO XXI”
El liderazgo femenino es necesario en los equipos, en las
organizaciones y en la sociedad: con ello nos beneficiamos todos. Como lo
indica la naturaleza, lo femenino y lo masculino van juntos, es el Yin y Yang,
integrados y avanzando.
Nuestra región no escapa al crecimiento y la participación de
la mujer como líder en el mundo: hasta mayo de 2014 convivieron en América
Latina cuatro presidentas en actividad (Argentina, Chile, Brasil y Costa Rica).
Esta tendencia se trasladó a los ámbitos privados y, según las últimas
estadísticas que se conocen, junto a Chile somos el país que mayor
participación femenina tiene en los cargos gerenciales. Aunque no sólo está
lejos del número al que podríamos alcanzar, sino del que deberíamos tener para
beneficio de las empresas y la sociedad.
El liderazgo de la mujer es diferente al liderazgo masculino,
ni mejor ni peor, sólo diferente. Son distintas las energías que los mueven y,
sin dudas, lo más beneficioso para una empresa es tener líderes de ambos sexos
y líderes integrales, es decir, que integren las energías y aptitudes femenina
y masculina.
Algunas características femeninas que marcan el tipo de
liderazgo que ellas ejercen: está más orientado a las personas, tiene
características más sociables y con mayor tendencia a la cooperación. Esto hace
que el trabajo en equipo sea más natural, que la mujer esté activa en la
inclusión, conteniendo a las personas y preocupada porque los procesos seas
prolijos y sanos. Además, ellas son más expresivas y cercanas, lo que les da un
potencial importante a la hora de lograr un compromiso con la organización. Una
líder logra darle un matiz de familia y resalta los valores en cada ámbito. Sin
dudas, también debemos tener presente la capacidad innata que las mujeres
tienen de pensar y actuar en muchas direcciones o temas al mismo tiempo, y
hacer que esto se potencie positivamente en su liderazgo es una herramienta
importantísima.
Por supuesto que tienen su costado débil: cómo actúa su mundo
emocional a la hora de experimentar presiones y desafíos importantes y el hecho
de poner más foco en el objetivo que en el proceso que se atraviesa para llegar
a él.
En la mayoría de las empresas en las que trabajé, al
consultar respecto a cómo se sienten más cómodos los hombres si siendo
dirigidos por un congénere o por una mujer, la mayoría respondió que por un
hombre. Esto es bastante lógico, dadas algunas características que aún existen
en las sociedades latinoamericanas. Sin embargo, aquí se daba también algo
llamativo. Cuando se los consultaba con quién se sentían más a gusto, más
escuchados a la hora de trasmitir los objetivos o de tener una devolución de su
trabajo no dudaron en decir que preferían a una mujer. En muchos casos, estas
charlas resaltaron el coraje de las mujeres a la hora de tomar decisiones y
enfrentar una crisis y la eficacia para armar equipos de trabajo.
Son todas estas características y experiencias las que me
hacen siempre recomendarle a las empresas que desarrollen, capaciten y les den
una oportunidad a más mujeres en puestos directivos. Creo que sólo estando al
frente de un cargo podrán demostrar de lo que son capaces.
América Latina tiene mucho que aprender de este tipo de
energía y de liderazgo femenino. Nuestra región será pionera en abrazar este
crecimiento y, demostrado está en la vida política de, hasta hace muy poco
tiempo, cuatro países latinoamericanos.
El liderazgo femenino es sinónimo de crecimiento en el siglo
XXI y debemos atenderlo como tal, apoyarlo, ayudar al desarrollo y formación de
las mujeres y trabajar para que más de ellas lleguen a posiciones directivas y
de responsabilidad. El liderazgo femenino es necesario en los equipos, en las
organizaciones y en la sociedad: con ello nos beneficiamos todos. Como lo
indica la naturaleza, lo femenino y lo masculino van juntos, es el Yin y Yang,
integrados y avanzando.
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