“HACER HISTORIA CON
VOCES DE MUJERES”
La escritora e historiadora Gabriela Margall -junto a la
periodista Gilda Manso- trabajaron en una colección de tres libros que busca
"restituir a las mujeres su papel protagónico".
"Si entendemos la Historia como la historia de las
batallas, de los 'grandes hombres' y la política, y las mujeres no tenían lugar
en el ejército ni podían participar en política, tenemos un problema, porque
así ellas nunca son protagonistas, y no conocemos la historia de la mitad de la
sociedad", dice a Clarín la escritora e historiadora Gabriela Margall.
Junto a la periodista Gilda Manso, durante los últimos dos años trabajó en La
historia argentina contada por mujeres (Ediciones B), una colección de tres
volúmenes que busca "restituir a las mujeres su papel protagónico en la
historia". El primero de ellos, De la conquista a la anarquía (1536-1820),
se lanza en marzo.
Gabriela se dedica a escribir novelas histórico-románticas
desde 2006; allí combina la investigación sobre la vida cotidiana de las
mujeres con personajes de ficción. Varios de sus trabajos están ambientados en
la realidad argentina de la primera mitad del siglo XIX, por ejemplo, con
Mariquita Sánchez de Thompson como protagonista principal. También se animó a
"ponerle el cuerpo" a una historia contemporánea donde narra sus
experiencias y su interés por la obra de la escritora inglesa Jane Austen, y su
última novela se centró en la relación de la escritora inglesa Agatha Christie
con el arqueólogo Max Mallowan.
En nuestro país, la novela romántica está íntimamente ligada
a la narración histórica; así fue como, entre el polvo de las bibliotecas y
archivos documentales que frecuentaba para construir sus relatos, se dio cuenta
que en esos papeles amarillentos había otra historia que esperaba ser contada.
Otra Historia, con mayúsculas.
"Quisimos recuperar el protagonismo que tuvieron las
mujeres, porque si abro la mirada y cambio el foco, puedo contar cómo era la
vida cotidiana, e incluso ver que ellas estaban participando en la prensa o en
las cuestiones políticas", explica y detalla que, si bien desde 1983 en
Argentina existe una serie de corrientes historiográficas que empiezan a
estudiar las clases oprimidas, la cuestión social y la historia de las mujeres,
"ese material no estaba traducido a divulgación", y en eso es lo que
se enfocan con esta trilogía.
Las escritoras buscan contar no necesariamente una historia
de las mujeres -"porque ya hay", reconoce Margall-, sino una historia
construida por las mujeres. Que sean sus propias voces las que narren los
hechos. Que sean ellas las que aportaran sus visiones sobre la realidad del
momento. Así, en cada capítulo toman dos o más cartas o documentos históricos
firmados por ellas.
El relato comienza con la conquista y el dominio de América
con las cartas de dos conquistadoras españolas, pero -claro- se pierde la voz
de las nativas americanas, que no tenían dominio de la escritura: "Sabemos
que ellas fueron parte de pueblos asesinados si no aceptaban someterse o bien
castigados en su sometimiento, pero lo sabemos desde los relatos de los
conquistadores".
De la misma manera, la mayoría de las mujeres del momento
eran analfabetas, o no tenían acceso a la vida pública. Su lugar, dicen las
autoras, era principalmente el hogar. Fue en tiempos de revolución cuando éste
cobra un nuevo sentido, y se convierte en lugar de reunión. "El salón
familiar, donde antes se recibía a los parientes, se convirtió en el lugar de
recepción de los partidarios políticos, los aliados, los futuros compañeros de
luchas".
Uno de los documentos más significativos para Margall son las
cartas que Guadalupe Cuenca le envió a su marido Mariano Moreno; aunque los
mensajes nunca llegaron a destino, "muestran a una mujer completamente
integrada a lo que pasa a su alrededor, y es completamente diferente de entenderla
como una mujer que borda en su casa mientras espera a su esposo".
También recabaron documentos que registran denuncias de
violencias de género, como abusos, golpizas y violaciones que, si bien desafían
la idea que supone que la violencia era parte de la sociedad de la época y algo
"no cuestionado", las resoluciones judiciales sí dan cuenta de una
justicia patriarcal, con sanciones menores para los violentos.
Este rescate histórico de mujeres corajudas combina bien con
las de este tiempo, en el que las vemos agitar pañuelos verdes para construir
una agenda política con mirada de género.
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