“EL PRECIO (Y LA
VIRTUD) DE ARRIESGARSE A SER DIFERENTE”
La cuestión sobre los códigos de vestimenta no es nueva, pero
cada vez hace más ruido.
Descalza. Así caminó la actriz Kristen Stewart en una de sus
marchas por la alfombra roja del último Festival de Cannes. Algunos creen que
lo hizo como una forma de protesta ante el estricto "dress code" que
impone la organización, que exige tacos altos (solo) a las mujeres y el año
pasado ya había sido motivo de reclamos. La cuestión sobre los códigos de
vestimenta no es nueva, pero cada vez hace más ruido.
¿Cuáles son las sanciones sociales por cansarse de la
tintura, o usar ropa que difiera de lo que se ve por estos días en las
vidrieras? Una artista visual hizo la prueba de salir a la calle lookeada en
forma curiosa, es decir, desacorde a los cánones usuales. No importa cómo
estaba ella, importa más cómo la miraban. Los ojos se inclinaban hacia abajo,
para hacer el repaso completo del atuendo, y las cabezas giraban, acaso para
estar seguras de que lo que veían era cierto.
Susana Saulquin sabe de estos prejuicios: cuando estudiaba la
carrera de sociología en la UBA, en plena década del 60, un comentario juicioso
de un compañero se convirtió en una razón para su especialización profesional:
"Tú no puedes opinar sobre esto, estás demasiado bien vestida", le
dijeron, y ahí cayó en la cuenta de lo mucho que puede influir la imagen y la
apariencia, en todos los grupos sociales. Se dedicó a estudiar en profundidad
el tema -del cual aún no había material- e hizo una investigación que le
demandó cinco años. Tiempo después ese trabajo se convirtió en su primer libro,
Historia de la moda en la Argentina.
Especializada en sociología del vestir y autora de Política
de las apariencias, entre otros, fue una de las cinco fundadoras de la carrera
de Diseño de Indumentaria y textil en la UBA, en 1988. Al principio se hablaba
de estudios "sobre diseño de moda", pero a ella no le gustaba esa
palabra: "Porque la 'moda' pertenece a una cultura que es masiva, y que se
maneja con lo seriado. Lo que pretendíamos desde la facultad era generar
diseño, diseño de ropa, de indumentaria", comenta Susana, quien fue
directora de la carrera en dos oportunidades.
"Siempre pagas un precio cuando eres tú misma. Eso ha
sido siempre así", lanza Susana a Crece Mujer. "Lamentablemente
venimos de una cultura de masas que masificó muchísimo a las personas y las
formas de ser. Entonces, es muy difícil construir una individualidad, por lo
menos en esta sociedad del espectáculo actual", reflexiona y discurre con
la idea de que el hecho de "ser uno mismo" nos arriesga a
"quedarnos afuera" de todo en un contexto en el que lo digital marca
el rumbo y las tendencias.
"¿Qué es tener una identidad propia hoy?", se
pregunta. "La supuesta identidad está totalmente digitada por las redes
sociales, entonces, ¿hasta qué punto es individualidad? Porque la
individualidad existiría si uno pudiera ser totalmente creativo y original,
pero eso, con las redes sociales, está bastante puesto en tela de juicio en este
momento. ¿Qué es lo original? O, ¿qué es la identidad? Son virtualidades".
¿Es posible hacernos un lugar en este mundo de selfies en
situaciones que parecen repetidas, o imágenes de platos de comida -caseros o
comprados- que buscan presumir un sabor, una sensación o un estilo, pero que
parecen reproducidas casi con fotocopiadora? "El autor Gilles Deleuze dice
que hay que buscar líneas de fuga, es decir, formas de ser uno mismo. Y dice
que, aunque sea poquita gente, se podrán lograr pequeños cambios", dice
Saulquin. "Estas líneas de fuga son la única solución que tenemos: buscar
algo diferente".
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